Episodio XVIII — Espíritus en el mundo material
A propósito de Venezuela, los hechos, el arte, caminar, Thomas Bernard y The Police.
Y de repente me encuentro sintiendo como si viniera de otro planeta, extrañando la jerga y extrañando el paisaje; oyendo y leyendo las noticias como si fueran ficciones breves en revistas para consultorios médicos. Obviamente el problema es mío, el sufrimiento no está basado en la realidad, en los hechos, sino en mi pensamiento, en las ideas que a la distancia, física no emocional, se desarrollan con enormes vacíos. Y un grupo habla y decide, como si manejaran la trama de un cuento; nosotros, ciudadanos dentro o fuera de los confines geográficos del país, debemos obedecer a las indicaciones de los guionistas, sin posibilidad o derecho a entender.
Hace varios años escribí un artículo en el Diario de Caracas, cuando realmente existía y Teodoro Petkoff lo dirigía, con el mismo título de este post y con la misma banda sonora: “Spirits in the material world” de Police.
There is no political solution
To our troubled evolution
Have no faith in constitution
There is no bloody revolution
We are spirits in the material world
Are spirits in the material world
[…]
Our so-called leaders speak
With words they try to jail you
They subjugate the meek
But it’s the rhetoric of failure
We are spirits in the material world
[…]
Where does the answer lie?
Living from day to day
If it’s something we can’t buy
There must be another way
We are spirits in the material world
La verdad que en ese momento no tenía la visión de la pertinencia creciente que esa letra tendría. La última estrofa es ahora casi insoportable : “En dónde está la verdad / Viviendo día a día / Si es algo que no podemos comprar / Debe haber otra forma / Somos espíritus en el mundo material”
En aquél entonces, cuando escribí el artículo original, las redes sociales no eran nada, no existían realmente. Ahora se han convertido en la crónica, en la vida, porque la vida real parece ahora ser el co-relato de las redes sociales. Amigos me escriben para preguntarme por cosas que no han sucedido, que no me han sucedido, pero que han salido en las redes sociales. Debo entonces ir a ellas para verificar si no estoy equivocado en lo que estoy viviendo. Y cuando entramos en ellas nos atrapan, porque son ahora nuestra distracción, vivimos en las redes sociales nuestro Truman Show personal, la gran distracción de la que hablaba Pascal:
Distracción es la única cosa que nos consuela de nuestras miserias y es, a la vez, la más grande de nuestras miserias.
Sustituyan “Distracción” por “Las redes sociales” y la cita adquiere un sentido total.
Y la Fotografía, entregada vilmente a la construcción de imágenes para compartir y crear ficciones personales; envilecida a los servicios del “like system”. Debemos rescatarla y protegerla. Cuidarla como se cuida una prenda heredada, como se atesora un recuerdo felíz.
Ya no es importante lo que es, sino lo que los otros piensen que es. Sufrimos por lo que imaginamos o por lo que pensamos que otros imaginan; anteponemos ficciones para contrarrestar otras ficciones. Séneca dijo con inmensa lucidez que
Estamos más aterrados que heridos; y sufrimos más por la imaginación que por la realidad.
Esto es mucho más duro y contundente en un mundo en el cual recibimos nuestra realidad en la pantalla de nuestros móviles.
En mi caso el antídoto perfecto es caminar, crearme mi Walkscape, el paisaje que se construye al avanzar; mirar y fotografiar, la mayoría de las veces sin ánimo de compartir las imágenes. Caminar es acaso la más humana de las acciones, nos coloca en una posición ideal para pensar, incluso meditar. Si lo hacemos con alguien la conversación es natural. Caminar, sudar, cansarse, tener el sentido de la distancia, de las proporciones nuestras con respecto al mundo.
Recientemente leí “Walking” de Thomas Bernhard. Confieso que Bernhard era una enorme agujero en mi cultura, un autor del que había escuchado innumerables referencias pero que nunca había leído. Pedí el libro en la biblioteca, lo leí en una tarde y lo he re-leído 2 veces. Es un maestro del relato y, sobre todo, llega a mi en el momento propicio, para poner en palabras las experiencias del caminar.
En la novela dos amigos de caminata; es decir, dos personas que se reúnen no para tomar café o jugar tenis sino para caminar, pero no para caminar como ejercicio, sino caminar por caminar, por compartir la ruta, observar y hablar; salen dos veces por semana, un día en una dirección y el otro día en la dirección opuesta, las mismas dirección alternadas cada semana y hablan sobre lo que están haciendo en ese momento, caminar y lo que ese contacto con la realidad les suscita.

Al comienzo nos parece que estamos en frente de una obra del absurdo, pero luego vamos entendiendo que estos personajes nos retan a que nos enfrentemos y asimilemos los hechos, tal como son. Lo que ahora llaman “Mindfulness”, ese estar permanentemente consciente del aquí y el ahora. En una de esas caminatas debaten sobre el arte más difícil de todos, al arte que se opone a los hechos o la oposición a los hechos como arte
No hay duda que el arte consiste en soportar lo que es insoportable y no sentir como horrible algo que es horrible. No hay duda que deberíamos etiquetar ese arte como el más difícil de todos. El arte de existir en contra de los hechos […] Existir en contra de los hechos significa existir en contra de lo que es insoportable y horrible.
No veo un mayor propósito para la Fotografía que el expresado en esas líneas; basarse en los hechos pero desarrollar con ellos un arte que se oponga a los hechos, tanto por sanidad como por creatividad.